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viernes, 5 de agosto de 2016

Adiós.

Le dije adiós tantas veces que llegó a ser una forma de no irme nunca.
Cada vez que decía adiós me retumbaba la calma en los costados. 
Porque no era adiós, era estoy aquí, era ven a buscarme que sólo tú me encuentras. 
Decirle adiós era comerle la boca a la esperanza. 
Era esperarle y perderla al mismo tiempo. 
Adiós. 
Adiós. 
Adiós. 
Perdí la cuenta; dije adiós más veces de las que merecía, de las que podía soportar. 
Decirle adiós fue atarme a su recuerdo en la cárcel del olvido. 
Y a la vez atarme al olvido en una cárcel de recuerdos. 
Le dije adiós de tantas maneras. 
Le dije adiós con tantos restos de 'ven ya' en la boca, que sólo se cumplió cuando no lo pronuncié. 
Acabé descubriendo que para que pudiera ser una despedida, no tenía que dirigirme a su corazón sino al mío. 
Adiós a mi, adiós a mi contigo. 
Adiós.


lunes, 1 de agosto de 2016

Cuando me amé de verdad.

Cuando me amé de verdad, comprendí que en cualquier circunstancia, yo estaba en el lugar correcto y en el momento preciso. Y entonces, pude relajarme. Hoy sé que eso tiene nombre… autoestima.
Cuando me amé de verdad, pude percibir que mi angustia y mi sufrimiento emocional, no son sino señales de que voy contra mis propias verdades. Hoy sé que eso es… autenticidad.
Cuando me amé de verdad, dejé de desear que mi vida fuera diferente, y comencé a ver que todo lo que acontece contribuye a mi crecimiento. Hoy sé que eso se llama… madurez.
Cuando me amé de verdad, comencé a comprender por qué es ofensivo tratar de forzar una situación o a una persona, solo para alcanzar aquello que deseo, aún sabiendo que no es el momento o que la persona (tal vez yo mismo) no está preparada. Hoy sé que el nombre de eso es… respeto.
Cuando me amé de verdad, comencé a librarme de todo lo que no fuese saludable: personas y situaciones, todo y cualquier cosa que me empujara hacia abajo. Al principio, mi razón llamó egoísmo a esa actitud. Hoy sé que se llama… amor hacia uno mismo.
Cuando me amé de verdad, dejé de preocuparme por no tener tiempo libre y desistí de hacer grandes planes, abandoné los mega-proyectos de futuro. Hoy hago lo que encuentro correcto, lo que me gusta, cuando quiero y a mi propio ritmo. Hoy sé, que eso es… simplicidad.
Cuando me amé de verdad, desistí de querer tener siempre la razón y, con eso, erré muchas menos veces. Así descubrí la… humildad.
Cuando me amé de verdad, desistí de quedar reviviendo el pasado y de preocuparme por el futuro. Ahora, me mantengo en el presente, que es donde la vida acontece. Hoy vivo un día a la vez. Y eso se llama… plenitud.
Cuando me amé de verdad, comprendí que mi mente puede atormentarme y decepcionarme. Pero cuando yo la coloco al servicio de mi corazón, es una valiosa aliada. Y esto es… saber vivir!
No debemos tener miedo de cuestionarnos… Hasta los planetas chocan y del caos nacen las estrellas.
Charles Chaplin.